3/2/17
¿Conoces la clave a tu propia derrota?
Salí de la reunion con mi pastor sintiendo como me habían pateado en el estomago. Mi mundo giraba con un mareo de pensamientos y la neblina fría del shock.
El asunto no era conmigo ni con mi pastor, sino con una persona que ambos bien conociamos, un líder de iglesia joven, reconocido y admirado por la mayoría de su congregación. Una persona de talento, pasión, y convicción - pero quien tenia que ser quitado de su posición. No por inmoralidad, pero por algo tal vez peor y más peligroso.
Orgullo, enojo y aislamiento espiritual.
Los detalles importan poco, pero los resultados fueron tóxicos, dañinos a su matrimonio y pusieron fin a su posición con la iglesia. Fue algo que ocurrió a través de meses, y en cierto sentido años, de consejo, disciplina, cambios, y repetidas oportunidades donde el asunto se habló con gracia y claridad en cuanto a los problemas y las consecuencias. Pero a través de este proceso, esta persona endureció su corazón, se tomó papel de víctima, hechó la culpa a otros y rehusó tomar responsabilidad por la situación y la condición de su propia corazón - y perdió una posición de influencia y ministerio que muchos codiciarían.
El golpe me fue tan duro por que lo veía tan comprometido a las cosas de Dios. Jamás habría esperado tal respuesta de esta persona. Pero a otro nivel lo podia entenderlo demasiado bien - pues yo había estado allí. Yo se lo que es desear algo dentro del contexto del ministerio: una posición, ciertas responsabilidades, cierto salario, reconocimiento, poder para hacer más. Desearlo tanto que uno empieza a resentir y hasta odiar cualquier cosa o persona que parece estar por medio.
Y allí esta la clave a la derrota. Desear algo, inclusive el ministerio, más que Dios mismo. Pensar que ese algo tiene más potencial para satisfacernos que Dios mismo. Dejar de confiar en un Dios que obra todo para nuestro bien. Olvidar que nuestro Dios es tan fuerte, tan poderoso que nadie, ni nada puede impedir que se haga Su voluntad en nuestras vidas. En mi tiempo de peligro espiritual mi esposa me tiró la salvavidas al decirme:
“Recuerda amor, nadie puede impedir que se haga la voluntad de Dios para tu vida. Si Dios lo quiere para ti, nadie ni nada te lo puede quitar o negar.”
El impacto de esa verdad empezó a derrirtir el resentimiento que estaba creciendo dentro de mi, sutilmente congelando mi corazón. Y a ese consejo tan sabio he aprendido añadir, “Y si no es lo que quiere Dios para mi, ¿por que lo voy a querer yo?
¿Y que de ti?
¿Te sientes frustrado, bloqueado, impedido de obtener algo que deseas con todo tu ser? Puedes evitar ser tu peor enemigo con un simple frase:
“Que se haga Dios, tu voluntad, y yo lo aceptaré con gratitud.”
Confía en un Dios que obra encima y a pesar de las circunstancias más difíciles. Tu Abba tiene todo bajo control; arrepiéntate y descansa en Su poder, Su cuidado, Su amor y Su buena voluntad para tu vida.
Reflexion
¿Que amenaza amargar a tu vida?
¿Hay algo que deseas más que a Dios mismo?