17/6/15
“Por favor, Joel, venga a hablar con mi mamacita.” Esto fue lo que me pidió un amigo y hermano taxista cuando estuve recientemente en Perú. Su mamá era de 84 años, criado como católico bastante fuerte, y me enteré de que ella había sido mormona por cerca de 10 años. Después de hablar un rato con ella en sus casa, mi di cuenta que realmente no sabia mucho sobre la historia mormona o José Smith, y que eso poco le importaba. Los mormones la habían tratado amablemente, ella no se opuso a nada en las lecciones misionales y estaba de acuerdo con ser bautizado como mormona. Para ella fue fácil entrar sin saber casi nada de la religión. Los lideres mormones locales les dieron sus cosas que hacer en la iglesia e incluso la llevaron periódicamente al Templo SUD en Lima. Debido a su mal estado de salud no había asistido a los cultos mormones durante bastante tiempo. Sin embargo, también leía la literatura de los testigos de Jehová que estos traían a su esposo. Además ella tenía un hijo que fue un pastor adventista del séptimo día hasta su muerte. Con razón la encontré algo espiritualmente confundida.
Por lo tanto, no sentí la libertad del Espíritu para hacer frente a los mormones (o Testigos de Jehová), y en lugar de esto el Espíritu Santo me guió a simplemente hablar del problema del pecado y de como estaba ella con Dios. Ella accedió a echar un vistazo a la cantidad de pecado que ella había acumulado, pues estaba de acuerdo que el pecado ere lo que la separaba de Dios. Juntos empezamos a sacar la suma de sus pecados—tantos pecados por día, por semana, por año. Entré en el tema lentamente y con mucha gentileza, y ella al ver la acumulación de sus pecados empezó a perder las ganas de seguir haciendo los cálculos.
Ay – estoy condenada
Sin embargo seguimos adelante, y de repente, en un momento cuando el total de su pecado superaba los 30.000 pecados (y esto era a sólo 2 pecados por día), exclamó - "ay, estoy condenada.” Se veía muy preocupada con su condición, y con razón pues la gran mayoría de esos pecados ni estaban confesados—y ni las podía recordar para poder confesarlos. Le comenté que estuve de acuerdo que este era la situación de todos nosotros, que sí, en verdad estamos mal con Dios si tenemos pecados a nuestra cuenta. Pero también le dije que había una solución y una manera de tener toda esa cuenta borrada y no tener ningún pecado en absoluto que se interponía entre ella y Dios. Le pregunté si quería saber lo que la Biblia decía acerca de la solución y me dijo que sí.
Así que juntos abrimos mi Biblia y leímos de Romanos 3:23, 6:23, 2 Corintios 5:17-21, 1 Pedro 2: 21-24 y Efesios 2: 5-10, explicando cada texto y su significado.
Ahora sigo orando por Vira Máxima, y su hijo Richard, quien estaba en la sala escuchando toda la conversación. Ambos admitieron que todavía tienen todos sus pecados aun a sus cuentas. No quisieron orar en ese momento, aun que si les di la oportunidad para hacerlo. Me pidieron la lista de los versos para que pudieran volver a estudiarlos, y estoy seguro que ambos entendían dónde están y lo que tienen que hacer para que sucede ese intercambio de sus pecados por la justicia perfecta de Cristo y la vida eterna. Ambos dijeron que habían leído la Biblia y nunca habían vistos o entendidos esos versos o su necesidad espiritual antes. Estoy agradecido que Dios me dio oportunidad de ser ministro de reconciliación (2 Cor. 5) y de poder sembrar semillas de verdad, confiando que otros regarán y otros cosecharán. Su otro hijo Tony y su esposa Doris (quienes organizaron la visita) son creyentes, apasionados y madurando en su fe, y ellos también están dispuestos a dar seguimiento y alentar a los dos.
Cuando la crítica no es lo mas importante
Esta señora mormona anciana no necesitaba tanto mi crítica del mormonismo o saber las evidencias de que José Smith era falso profeta, ella necesitaba entender la verdad sobre su situación espiritual y las buenas noticias del perdón de sus pecados y la promesa de la vida eterna como regalos no merecidos. Esto es el evangelio de Jesucristo. Me pidió que la visitara en cualquier momento y después de darme un gran abrazo, puso su mano tierna de abuela en mi mejilla y me agradeció de nuevo la visita y lo que yo había compartido. Fue un buen recuerdo para mi que nuestra apologética debe ser relacional e encarnacional – viendo primero a las personas como personas en necesidad de Jesucristo y su perdón y gracia. Ella si era mormona, pero más que eso fue oveja perdida en necesidad del buen pastor. Estoy seguro que al entrar en relación con Jesús, saldrá de su falsa religión para disfrutar de intimidad con su Salvador.