28/8/14
Evangelismo – la palabra evoca un sentido de terror para algunos, culpa para otros y una combinacion letal de los dos para otros. Pero el acto de compartir el ‘evangelio’ (buenas noticias) no es algo complicado. ¿Como podemos perder el temor y a la vez saber que nuestro compartir de esas buenas noticias de nuestra fe con otros, es eficaz? Hay tres componentes cruciales.
1) Corazón
2) Corazón
3) Corazón
1) Corazón mío. Mi corazón tiene que ser transformado por las mismas buenas noticias que yo deseo compartir. Si esto no ha pasado mi mensaje faltará pasión, convicción y efectividad. Demasiadas veces nuestro enfoque es uno mismo cuando pensamos en hablar abiertamente de nuestra fe. Nos invade pensamientos como: ¿Que pensarán de mi? ¿Como afectará esto mi reputación? ¿Como impactará esto a mis relaciones personales? Pero, si esto es lo que más nos concierne, es puro egoísmo y orgullo, y provocará en nosotros terror, vergüenza y pasividad. La respuesta para esto es arrepentimiento, pleno y simple.
Dios, confieso me enfoque egoísta, quítamelo, reemplázalo con tu perspectiva de esta persona.
La mentalidad bíblica es uno que piensa así: Mira cuanto tengo en Jesucristo como un hijo adoptado del Padre. Tu divino poder me ha dado todo lo que necesito para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3). ¿Que necesita o desea esta persona? ¿Que piensa y sabe de Jesús? ¿Como puedo compartir todo lo bueno que yo he recibido? Un corazón transformado exhibe gozo y gratitud que atraerá a las demás personas.
2) Corazón suyo. ¿Entendemos que el corazón de una persona sin Cristo está sediento para un “algo” que le traerá seguridad y significado? Aunque la persona aparenta estar bien, si tomamos el tiempo de escuchar lo que esta pasando a nivel de sus relaciones más importantes veremos que mucho de su existencia es una aferración constante. La persona busca cualquier cosa que pueda satisfacer sus necesidades para relaciones de intimidad, confianza y amor, o distraerse o aliviarse del quebranto, dolor y decepción de esta vida. Si somos honestos, todos experimentamos esto – al diario – pero la respuesta no está en lo que el mundo ofrece en dinero, sexo, fama y poder sino en agua viva que transforma nuestras vidas de ‘adentro pa’ fuera’ que sólo lo ofrece Jesús. Conociendo su corazón nos provocará compasión para ellos y un deseo de compartir lo que tenemos, no ganar un argumento o convencer a la fuerza.
3) Corazón de Dios. Dios es amor. Es parte de su carácter y naturaleza. El corazón de Dios se revela en la historia del hijo prodigo, en las acciones del padre en perdonar, limpiar, y restaurar al hijo sucio, avergonzado, pecaminoso, pero humilde y arrepentido. Cada persona es criatura que refleja de forma intrínseca el imagen de Dios y el corazón de Dios se revela de lo más claro en la vida de Jesús quien fue amigo de pecadores y los atraía. Si tenemos el corazón de Dios hacia las personas esto afectará lo que pensamos de ellos y lo que sentimos por ellos. Jesús jamás justificó las acciones pecaminosas de las personas, pero tampoco dejó que el pecado de la persona disminuiría la compasión, aceptación y amor que sentía y expresaba para la persona.
Cuando alineamos nuestras corazones con el corazón de Dios y hacia los corazones de las demás, nuestro evangelismo será un verdadero compartir de buenas noticias que transformará a nosotros mismos y a la gente con quien relacionamos. Y esa transformación de vida es la evidencia de un evangelismo eficaz.